Salsa al Parque: cuando el Simón Bolívar se convirtió en la pista de baile más grande de Bogotá
Por: David Piragauta
Ni siquiera una ligera lluvia evitó que, poco a poco, siguiera llegando gente al segundo día de Salsa al Parque. De hecho, el kiosco de experiencias se convirtió en una guarida ideal para quienes buscaban refugio de la lluvia. Y tiene sentido: ¿Qué mejor que evitar la lluvia y el frío bogotano que bailando salsa? Pero Bogotá no es solo fría y lluviosa; es salsera.
En otro punto del Parque Metropolitano Simón Bolívar, y pese a la lluvia que aún continuaba, el escenario principal se fue acalorando poco a poco con el ritmo de Marea Brava, que no solo trajeron de Cali el calor de sus grandes éxitos, sino que, justo durante su presentación, el sol se hizo presente.
Las sombrillas que hace poco eran un refugio de la lluvia ahora daban sombra ante el sol que iluminaba el escenario. Alejandro Rincón y La Saloma pusieron a bailar al público que se regocijaba con la combinación de música y sol. En palabras de su propio vocalista, fue un sueño cumplido haber podido ser parte de Salsa al Parque.
Una efímera lluvia recordó lo impredecible del clima de Bogotá, pero ver cómo se llenaba rápidamente la Plaza de Eventos para presenciar a Luis Felipe González también demostró que el venezolano es uno de los artistas más queridos del género en el país. Al igual que Marea Brava, solo fue cuestión de subir al escenario para que el sol volviera a aparecer y se convirtiera nuevamente en parte de la fiesta.
Y si los asistentes al evento gozaron la presentación de ‘El emperadorcito’, unos que vivieron un sueño junto a él fueron Fabián y Wenn, dos bailarines de la agrupación Mestizo, quienes cumplieron su sueño de presentarse en Salsa al Parque y poder compartir escenario con éste y otros iconos de la salsa. “Cansados pero felices”, fue la reflexión de estos artistas locales quienes dicen que los llena de orgullo ver en esta presentación el fruto de tantos años de trabajo, ver a sus amigos y familia en el público es una motivación más para seguir trabajando y seguir rompiendo ese mito que dice "los rolos no saben bailar". Al terminar su presentación se unieron a sus amigos y familiares para seguir gozando del cierre del festival, pues, como dice Fabián, "Salsa al Parque es solo una vez al año y por eso el cansancio pasa a un segundo plano".
En el público también se vivió una fiesta completa, tal como lo solicitaba Estrellas de Buena Vista, era el momento ideal para bailar y así lo hizo Abigail Guzmán, una barranquillera que, sin pena ni miedo al qué dirán, estaba bailando sola en el corazón de la plaza; era su tercera vez en Salsa al Parque y esperaba con ansias a Mickey Taveras. Ella lleva 8 años viviendo en Bogotá y dice que es tiempo suficiente para romper el mito que rodea a los capitalinos con el baile, es más, ella reconoce a Bogotá como la capital de la salsa y dijo así volviera a llover seguiría bailando.
Lady Galvis es otra de las asistentes al festival que esperaba volver a ver al Grupo Gale. Ya los había visto en un par de ocasiones y dijo que no pensaba perderse la oportunidad de verlos otra vez. Mientras tanto, junto a su amiga Johana, disfrutó de la carpa de experiencias, un espacio pensado para vivir la salsa desde otro lugar. A pocos pasos, los emprendimientos locales ofrecían discos, ropa y artículos relacionados con el género, además de una amplia oferta de comida que le dio otro aire al festival. Para Lady, todo esto hace que el evento se sienta más completo, más cómodo y con un ambiente que invitaba a quedarse toda la tarde.
El público aquí es tan variado como la música que suena: familias, jóvenes, adultos mayores y visitantes de todas partes, todos reunidos bajo un mismo son. La lluvia, que parecía acompañar todo el festival, decidió rendirse con la caída de la tarde. Una luna completamente llena le dio la bienvenida a Mickey Taveras, uno de los artistas más esperados de la noche. En cuestión de minutos, la cantidad de asistentes se multiplicó: miles de personas, con la luz de sus celulares, iluminaron una plaza que ya estaba a reventar. Todos, con una sola voz, corearon cada una de las canciones del dominicano quien, con la bandera de Colombia sobre su espalda, agradeció al público capitalino por acompañarlo a lo largo de su trayectoria artística.
Con el pasar de los minutos, cada vez era más difícil moverse entre el público. No solo porque la plaza estaba a reventar, sino porque ahora se había convertido en una pista de baile gigante. A tu alrededor todos bailaban, así que la única manera de avanzar era haciendo lo mismo: bailando. Y no resultaba fácil, pero era imposible resistirse al ambiente que se vivía. Incluso en los intervalos entre artistas, no dejaban de retumbar las campanas, los güiros y las maracas que muchos de los presentes llevaron y hacían sonar.
La manera en que el Grupo Galé alternó su repertorio entre esas canciones que sí o sí hay que bailar y aquellas que te obligan a cantar a grito herido fue la mejor forma de iniciar el cierre del festival para los incansables. Y es que no hay otra palabra para describir a unos espectadores que, aunque cueste creerlo, seguían más activos que nunca. No había tiempo para descansar: la rumba seguía, y el cierre apenas comenzaba.
La Sonora Ponceña mantenía vivo el ambiente; los puertorriqueños sabían que Bogotá los esperaba con los brazos abiertos, y no defraudaron con un cierre de otro nivel, digno de la banda más longeva de la isla del Caribe. Salsa al Parque 2025 finalizó como se esperaba: en una fiesta total. Una celebración que una vez más demostró que Bogotá respira salsa y que, pese a que muchos de los asistentes tenían que trabajar al día siguiente, como un lunes cualquiera, ya podían tachar de su lista haber visto en vivo y de manera gratuita a grandes exponentes del género. Y por qué no, desde ese mismo instante, empezar a pensar en la edición número 27.
