Sonoma
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Al son de los tambores, mujeres brujas y guerreras se rebelan contra las ataduras sociales en Sonoma

Ofrendas, cantos hipnóticos y los gritos de nueve mujeres que buscan su libertad son protagonistas de esta obra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, los supervivientes de las guerras, los condenados de la tierra, los que algún día encontrarán la cura del cáncer, la malaria, el sida, el alzhéimer…” estas son algunas de las frases que resuenan, junto con los tambores, en la obra Sonoma, de la compañía española La Veronal, que, bajo la dirección del coreógrafo Marcos Morau, llega al Teatro Jorge Eliécer Gaitán, el 8 de noviembre, a las 8 p.m. en el marco de la XVIII edición del Festival Danza en la Ciudad, organizado por el Instituto Distrital de las Artes – Idartes. Los interesados en asistir a esta puesta en escena pueden adquirir las entradas en Tuboleta

Fundada en Barcelona en 2005, La Veronal ha sido reconocida con el Premio Nacional de Danza, de España, por construir un lenguaje escénico singular en el que el cuerpo se convierte en un vehículo capaz de narrar lo invisible. En Sonoma, ese cuerpo late, grita y se rebela frente a la saturación digital que domina este tiempo. Es, en palabras de Morau, “el pulso de lo vivo que busca regresar al origen”.

El título de esta pieza de danza contemporánea proviene de varias raíces: Sonoma significa “valle de la luna”, en lengua nativa americana, pero también combina las palabras soma (cuerpo) y sonum (sonido). De esa fusión nace una experiencia que transita entre lo ancestral y lo tecnológico, entre el cuerpo y la voz, entre el silencio y el grito.

“Durante toda la pieza estamos escuchando voces, voces de mujeres, partos, gemidos, muertes, llantos. Todo esto está ahí, aullidos de lobo, manada”, afirma Morau al portal  Nurovisuales.com, entrevista en la que indica que en Sonoma “el cuerpo cobra el lenguaje de la compañía al servicio de una cosa mucho más desgarrada, mucho más amplificada, mucho más salvaje”.

La escenografía de Sonoma es un viaje onírico: monjas, brujas, ancianas de cabezas gigantes y jóvenes vírgenes se cruzan en un universo surrealista que evoca los orígenes aragoneses de Luis Buñuel, el cineasta español que mejor retrató la tensión entre lo sagrado y lo profano. En ese diálogo entre lo terrenal y lo espiritual, Morau construye una coreografía en la que, paso a paso, se entrelazan  los gritos y las  polifonías de sus protagonistas

Ahora, Sonoma también es un homenaje a la mujer. En escena, un elenco exclusivamente femenino explora temas de igualdad, empoderamiento y libertad. “Soy un hombre pero siempre he intentado apoyar y favorecer la equiparación de la mujer, esa igualdad que no acabamos de conseguir.  En ese sentido, Sonoma es un granito más para contribuir a esa montaña de cosas que están por hacer. Es sobrecogedor hacer un espectáculo solo con mujeres y entenderme tan bien con ellas. Todas participan, tienen voz y han contribuido a crear el espectáculo”, expresó Morau en una entrevista con El Periódico, de España.

Y es que, más que una pieza de danza contemporánea, Sonoma es una experiencia sensorial que busca reconectar al público con sus orígenes. “Nunca está de más revisitar y revisar el lugar del que vinimos para entender a dónde vamos”, reflexiona Morau. “Esto es una cosa que Sonoma plantea: cómo el folclore, la tradición y la tierra pueden estar más presentes que nunca en un mundo digitalizado”.

De esta manera, el público bogotano será testigo de una de las obras más aclamadas del circuito internacional, un espectáculo que desborda los límites de la danza para convertirse en un espejo de lo humano. “En Sonoma, el cuerpo grita, el sonido vibra y la luna observa como si el arte nos recordara, una vez más, que regresar al origen es también una forma de avanzar”, concluye el coreógrafo en su entrevista con El Periódico.