Crónicas

Así fue el espectáculo de danza inclusiva en el Teatro El Parque

La velada estuvo a cargo de la compañía ConCuerpos, pionera en incluir bailarines con discapacidad en su trabajo creativo.
ConCuerpos
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El viento hacía resonar las hojas de los árboles que custodian día a día las instalaciones del Teatro El Parque. Iban a ser las cinco de la tarde, mientras se congregaban en la sala de este escenario del Idartes los asistentes que disfrutarían allí del preestreno de Ira Parte II, en el marco de Viernes Escénicos, la franja que recientemente estrenó este teatro.

Se trató de la segunda parte de un tríptico de la compañía ConCuerpos, agrupación pionera de la danza contemporánea en Colombia, que incluye bailarines con y sin discapacidad en su trabajo creativo. Diana León, directora artística de la compañía, tomó la voz para darles la bienvenida a los asistentes, destacando el gran trabajo que hubo detrás de esta presentación performática, en la que se embarcaron gracias a la invitación de coproducción del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. 

“En este trabajo quisimos incluir el tema de la accesibilidad universal, que es nuestra apuesta como compañía, que significa vincular la lengua de señas colombiana, no como un elemento que se adiciona a la pieza sino como parte del material coreográfico, creativo y estético. Quisimos abordar la ira, además, porque es una emoción que nos habita y que ha sido negada y juzgada. Además, ha sido un sentimiento que como colombianos nos atraviesa, debido a nuestro contexto”, explicó León sobre Ira Parte II. 

A su lado estuvo todo el tiempo Lorena Lozano, quien interpretó a lengua de señas colombiana todo lo que León decía, con el propósito de que todos los asistentes, sin importar discapacidad alguna, pudieran apropiarse de la obra y de todo lo que hubo detrás de aquella.

Para esta oportunidad, la compañía decidió trabajar de la mano de la coreógrafa estadounidense Valerie Green, directora de Dance Entropy en Nueva York. Green es profesora activa desde 1995 en la comunidad de danza de Nueva York, con más de 40 obras en su repertorio. Intervino dando las gracias al público por venir y conocer de esta obra que habla de la ira, de cómo la sienten e interpretan los seres humanos, mientras se hacía una traducción simultánea a los asistentes. 

La obra inició. Estuvo dividida en fragmentos. En la primera parte, la bailarina Hilse León, vestida con una licra negra y un esqueleto rojo, llevó a cabo un acto performático, en el que se destacaron los movimientos lentos y precisos de su cuerpo, al tiempo que se sincronizaba con una pantalla que proyectaba imágenes psicodélicas de manos, caras y otras formas. “Ser honesta conmigo misma. Aprender a sentir la justa y necesaria ira”, rezaba una de las pocas intervenciones habladas que incluyó esta pieza. 

Entre cada acto, la coreógrafa estadounidense intervino para contarle al público cuál era el argumento de cada uno de los fragmentos, que podían ser cómo la ira podía convertirse en  un vehículo de sanación y cómo es una emoción totalmente legítima y común a todos los seres humanos. “La rabia era un tema muy interesante para mí; fue la base para empezar un proceso de creación que conecté con 25 años de experiencia. Hubo un trabajo muy específico con la música, en la que quise incluir sonidos de la cumbia y el himno nacional. Estoy muy emocionada de haber sido invitada aquí, de haber trabajado con una compañía de danza inclusiva, fue una oportunidad diferente para mí y un exigente reto. Me siento muy orgullosa del resultado”, agregó la coreógrafa estadounidense. 

Luego de tres fragmentos, finalizó la primera parte del espectáculo. Ahora el turno fue para la proyección de un performance que mostraba varios bailarines por separado, moviendo sus cuerpos, bailando; como intentando canalizar sus emociones y darles una dirección. El acto sucedió en todo tipo de escenarios, como cementerios, plazas centrales, lugares en construcción e incluso hasta encima de una camioneta, donde los bailarines jugaron con todo su cuerpo y fueron el centro de atención de la cámara y de los asistentes.

Las luces de la salas se encendieron, al tiempo que aparecieron en la pantalla los créditos de la producción. Los aplausos del público no se hicieron esperar. Después de la ovación, llegó el momento de una ronda de preguntas que sirvió como retroalimentación para todo el equipo de ConCuerpos. Allí, los artistas le dieron la voz al público, para que tuviera la libertad de indagar sobre cómo fue su proceso creativo. Muy abiertos, hablaron sobre sus motivaciones, sobre algunos antecedentes y sobre la idea de la ira.

Luego del diálogo, el público y los artistas aplaudieron al unísono en lenguaje de señas, agitando las manos en el aire, buscando un efecto visual similar a un aplauso sonoro. Al salir de la sala, algunos asistentes, muy interesados en el tema de la inclusión universal, reconocieron el gran trabajo de la compañía en relación con el lugar que le han dado a las personas en condición de discapacidad. “A pesar de que no se verbaliza, se grita con el cuerpo en esta obra. Me causa mucha emoción el recurso de la lengua de señas como parte de la pieza y de la interpretación”, comentó Verónica Toro, asistente del evento, mientras se montaba en su bicicleta, luego de este show para ella inolvidable. 

Por: Sebastián Hernández Noreña 




 
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