Sonar en CK:\WEB (en vivo) presentó Arco Expandido

Sombras de Santiago Botero y Diego Herrera proyectadas en la pared del auditorio del planetario durante su presentación
Entrevistas

Sonar en CK:\WEB (en vivo) presentó Arco Expandido

Este proyecto reimagina el arco alemán de contrabajo desde la improvisación y lo digital

El pasado 25 de julio, el proyecto Arco Expandido presentó su propuesta de improvisación instrumental y experimentación sonora en el auditorio del Planetario de Bogotá, como parte de la franja SONAR EN CK:\WEB: (EN VIVO), del Instituto Distrital de las Artes - Idartes.

Este ensamble, conformado por Santiago Botero y Diego Herrera, explora la intersección entre un arco alemán para contrabajo y tecnologías digitales en tiempo real, integrando técnicas interpretativas extendidas, improvisación y procesos computacionales para expandir las posibilidades expresivas del instrumento.

Arco Expandido es un proyecto apoyado por la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana y desarrollado por un equipo compuesto por músicos, programadores, diseñadores e investigadores. La iniciativa propone la construcción de una interfaz digital integrada a un arco de contrabajo, que, al intervenir tecnológicamente el instrumento, transforma sus posibilidades interpretativas. A través del diálogo entre lo analógico y lo digital, Botero y Herrera abordan temas como la improvisación en tiempo real, la corporalidad en la ejecución musical y la reconfiguración del sonido dentro de nuevas lógicas compositivas y performativas.


“Cuando hablamos de improvisación, yo creería que hablamos de una evidencia del tiempo real, del tiempo en el que estamos, del tiempo que habitamos, y cómo compartimos de una manera afectuosa y amorosa este espacio”.
Santiago Botero

Idartes: ¿Cómo podrían definir el proyecto Arco expandido?

SANTIAGO BOTERO: Arco expandido es un proyecto que está apoyado por la vicerrectoría de investigación de la Pontificia Universidad Javeriana aquí en Bogotá. Es un proyecto en el cual se convoca a Diego como programador y performer, a mí como instrumentista y como performer, a Julián Valdivieso como compositor, y al diseñador industrial Roberto Cuervo. Dentro de este equipo estamos en proceso de darle vida a este aparato que hemos soñado y que consiste en el diseño de una interfaz adherida al arco tradicional alemán de contrabajo con un entorno digital que propone un medio expresivo para la improvisación y la composición musical.

Santiago Botero y Diego Herrera en entrevista

Idartes: ¿Cómo cambia la naturaleza del contrabajo cuando se le incorpora una capa digital?

DIEGO HERRERA: Hay varias formas de pensarlo. Aunque [la interfaz] está adherida al instrumento tradicional, la exploración va en diferentes niveles. Por ejemplo, algo que aparece es: ¿Cuánta capacidad tiene el intérprete de dialogar libremente con los elementos digitales? ¿Cómo esa interacción con lo digital cambia su sensación sobre el instrumento mismo? En general, la manera de entender esa hibridación pasa primero por la expresión del cuerpo y luego por la intervención de lo digital. Una pregunta que le dije a Santiago desde muy temprano que debíamos abordar era justamente: “¿Cómo hacemos para que el computador no tenga esta esencia de ‘corremos, revisamos, corregimos, y volvemos a correr’, sino que tenga un dinamismo, reacciones en tiempo real, como se supone que debe funcionar un ensamble normal?”. A esa inquietud se le suma lo que hemos encontrado en la práctica en el escenario. Como se darán cuenta sobre el arco todavía hay cables, hay soldadura. A veces salen, además, cosas que se van amoldando según los espacios. En ese sentido, desde el lado de lo digital, yo pienso que el aparato es como si fuera un cristal. Todavía está en una fase muy líquida y mientras se hace un proceso de retroalimentación entre la adaptación del instrumentista y la computadora todo se va compactando, poniéndose más duro, volviéndose más cristal.

Idartes: Pensando en eso, la experiencia del instrumentista cambia…

SB: Efectivamente, digamos que el adherirse al arco lo modifica a uno. Es decir, uno como instrumentista desarrolla unas habilidades técnicas que están condicionadas por la misma construcción física del instrumento. Si éste cambia, cambia la manera en que se interpreta. Si su sonoridad, digamos, empieza a ser modificada y distinta, uno reacciona diferente a eso y desde ahí empieza el constructo musical y surge la pregunta: ¿qué es lo que debo hacer para que esto no solamente se convierta en un truco? Bajo esa premisa, la modificación del instrumento debe incorporarse técnicamente al lenguaje musical. De hecho, no tenemos que complejizar tanto para poder construir un vocabulario musical amplio, porque está permeado por las lógicas de siempre que, a la final, son limitadas. Es decir, son unos sonidos específicos (7 notas), pero todo lo que hay entre ellos y las operaciones que hay que hacer para llegar de uno a otro, a nivel improvisativo, son lo esencial en el cambio de la interpretación.

Santiago Botero interpretando el contrabajo

Idartes: ¿Cómo se inscriben estos sonidos en la tradición de la música electrónica o electroacústica?

DH: Ya son muchos años de sensibilización de la música electrónica, electroacústica, y creo que la pregunta también por esa expansión sonora con el contrabajo es: ¿Qué tan cercanos a la tradición eléctrica, electroacústica, estamos? Y ¿Cómo podemos, desde ahí, buscar estéticamente lo que queremos? En eso hay ciertas tensiones. Por el vicio computacional, por ejemplo, uno termina haciendo algoritmos que ya están preestablecidos y ahí entra la dinámica de grupo, la dinámica de escucha. Alguno dice: “Esto suena a algo que ya ha sonado, ¿cómo podemos modificarlo?”. La interacción en tiempo real nos permite ajustar eso y dislocar el sonido que ya conocemos. Ver cómo modificando el patch de computación, la interacción con los sensores, se genera esa propia exploración que parte de muchas dimensiones y que viene de un conocimiento amplio de diferentes estéticas del sonido. De hecho, ahí hay todavía mucho espectro, porque en últimas es espacio moldeable. Cada interpretación, cada escenario, nos da nuevas preguntas sobre ¿qué es el contrabajo con el arco expandido? ¿Cómo interactúan esas sonoridades con otras, con otros instrumentos y otras prácticas?

Idartes: Desde cierta perspectiva, ¿están creando sonidos nuevos?

SB: Yo no creo que haya sonidos nuevos. Yo creo que más bien lo que reproducimos son sonidos a los que uno no está tan acostumbrado, sonidos que no están presentes en nuestra vida cotidiana. A nivel sonoro lo que estamos haciendo acá a veces suena a pajaritos, a veces suena a tráfico, a veces suena a un vaso cayéndose. No hay novedad en ese sentido. Tal vez lo que sucede con esos entornos digitales —no únicamente con el arco expandido, sino con estas apuestas estéticas— es que estos sonidos se trasladan al ámbito de la composición musical. Uno entonces ya no empieza a escuchar esos sonidos dentro de la lógica de algo que se rompe, se cae, o algo que suena porque es así, sino en el marco de una composición deliberada de música, o en nuestro caso que trabajamos con improvisación libre, en el marco de un desarrollo procesual de los sonidos mismos.

Santiago Botero y Diego Herrera interveniendo el arco aleman del contrabajo

Idartes: ¿Cómo funciona el proceso de improvisación entre ustedes?

SB: En el proceso de improvisación hay una necesidad de exploración. Como bien lo decía Diego, a veces tocábamos, mirábamos y decíamos “Ah, este sonido de repente tal vez no funciona tanto con el contrabajo. Tal vez vamos a otro sonido”. Ese ejercicio también está permeado por mis propios gustos y los gustos de Diego. A nosotros nos gusta el noise, nos gusta el ruido, nos gusta el punk, nos gusta la música clásica. Uno trae un poquito de eso y con esas sensibilidades también se va ajustando. Algunos sonidos serán placenteros para unas personas, para otras no tanto. En nosotros tal vez hay una respuesta muy profunda que nos genera placer, gozo al hacer esta cosa. En esa lógica, cuando hablamos de improvisación, yo creería que hablamos de una evidencia del tiempo real, del tiempo en el que estamos, del tiempo que habitamos, y cómo compartimos de una manera afectuosa y amorosa este espacio.

Idartes: ¿Qué significa para ustedes "hackear" un dispositivo como un control de videojuegos para convertirlo en instrumento musical?

DH: Los controles desempeñan la misma función que yo hacía con el teclado. Solo que el teclado era bastante aburrido, porque uno estaba en una postura casi laboral, mientras que los controles me permitían estar más cercano al cuerpo, a expresar las cosas en el escenario. Ahí entra de nuevo el dislocar, pero esta vez la postura. Esa idea viene de la cultura hacker. Hackear la postura frente a lo que sería preestablecido en la computación, por ejemplo, estar frente a la pantalla con las manos sobre el teclado. Yo creo que en cualquier otra disciplina puede suceder lo mismo: intervenir cualquier dispositivo en una práctica para que funcione de una manera distinta es también hackear sus lógicas tradicionales, disciplinarias. Yo hago parte de Hackbo, que es un hackerspace en Bogotá. Allí hay una idea sobre lo indisciplinado. Indisciplinar las cosas es también entender que hay que separarse y entender que hay otro lugar. Creo que parte de esa cultura es ampliar la tecnología y moverla en diferentes espacios.