Creación colectiva de la ruralidad de Usme se presentó en el Crea Cantarrana
Creación colectiva de la ruralidad de Usme se presentó en el Crea Cantarrana
En la finca Tibares, en la localidad de Usme, firmantes de paz, campesinos y víctimas del conflicto participan desde hace varios meses en un proceso artístico impulsado por la Gerencia Crea y la Línea de Víctimas, Paz y Reconciliación del Idartes, en articulación con ASOCUNT. De este encuentro nació una obra escénica que integra música, audiovisual y teatro, presentada en el Crea Cantarrana junto a piezas musicales y audiovisuales creadas por los propios participantes.
En la ruralidad de Usme, entre caminos de tierra y huertas vivas, cada sábado familias, firmantes y víctimas del conflicto se reúnen en la finca Tibares para aprender, crear y reconocerse. Allí, en un espacio donde la cotidianidad del campo convive con cámaras, instrumentos y ejercicios teatrales, ha crecido un proceso que combina formación artística y construcción comunitaria. Ese tejido se hizo visible en el Crea Cantarrana, donde se presentó una obra que entrelaza teatro, música y audiovisual, junto con las composiciones y producciones individuales que surgieron en el camino.
Para el Idartes, este proyecto es parte de una apuesta profunda por fortalecer los vínculos culturales y comunitarios en territorios donde la creación puede convertirse en un espacio de encuentro y de cuidado. La directora del Instituto, María Claudia Parias, señala que ejercicios como este permiten comprender la dimensión cotidiana de la paz: “La paz se construye en el día a día, en estar con los niños y las familias, en integrar la zona rural y la urbana, en tener un espacio para crear, imaginar, soñar y discutir”. Para ella, estos procesos son esenciales porque “nada es posible si no estamos todas las personas juntas haciendo todo esto”, y porque la práctica artística abre caminos para escucharse y caminar al compás del otro.
Desde ASOCUNT, la experiencia también ha sido transformadora. Una de las lideresas de la organización, celebró el compromiso de quienes han sostenido este proceso: “Démonos un aplauso muy fuerte porque ha sido un trabajo largo, arduo y con todo el amor del mundo”. Insistió además en que Tibares “no es solo de los firmantes, es de todos los que quieran llegar allí a trabajar, conocer y conversar”, y subrayó el impacto para niños, niñas y jóvenes del territorio: “Queremos que descubran sus capacidades. No solo se forman en música o arte: se forman como personas de bien para la sociedad”.
La obra presentada nació del territorio mismo. Luisa Gómez*, participante del proceso, cuenta que la historia se inspiró en la memoria del lugar: “La historia surge por el tibar, porque estamos en la granja Tibares. Investigamos, construimos juntos, y aunque hubo personas que no estuvieron en la hora, nos ayudaron demasiado”. Pero lo que más destaca es la manera en que el proceso se convirtió en un espacio familiar: “Hay una familia completa: hermanas, hijos, sobrinos. Además, se formó una familia. Aprendimos mucho, conocimos mucho y estamos felices de conocer personas como ustedes”.
Además del montaje, el público pudo ver las creaciones individuales de los grupos de música y audiovisual: canciones originales, ejercicios vocales, piezas filmadas en la finca y relatos construidos por los propios participantes, quienes aprovecharon el escenario para mostrar la diversidad de búsquedas que han surgido en estos meses.
El proceso artístico de Tibares ha permitido que comunidades que históricamente han vivido separadas —firmantes de paz, campesinos, víctimas del conflicto y habitantes de la ruralidad— se encuentren alrededor de la creación. La presentación en el Crea Cantarrana compartió con el público ese recorrido y reafirmó la importancia de seguir fortaleciendo espacios donde la práctica artística abra caminos para la convivencia, la imaginación y la continuidad de estos tejidos comunitarios.
*Nombres cambiados para proteger la identidad de las participantes.
