88 mil asistentes disfrutaron de la edición número 26 de Salsa al Parque 2025
88 mil asistentes disfrutaron de la edición número 26 de Salsa al Parque 2025
Durante el primer fin de semana de octubre, 88 mil personas hicieron suyo el corazón de Bogotá para bailar, cantar y celebrar la vigésima sexta edición de Salsa al Parque. El festival se convirtió en un inmenso salón de baile a cielo abierto donde 18 agrupaciones, con más de 320 músicos, hicieron retumbar cada rincón con guaguancó, son, timba, salsa dura y salsa romántica. Todo, acompañado de 181 bailarines, una zona de experiencias llena de melómanos, mujeres selectoras, bares emblemáticos y emprendimientos, en una cita que fue mucho más que conciertos: un ejercicio pleno de derechos culturales, convivencia pacífica y memoria viva de la ciudad.
Desde orquestas bogotanas emergentes hasta instituciones históricas de la salsa como la Sonora Ponceña, pasando por nombres legendarios como Yuri Buenaventura, Porfi Baloa y Grupo Galé, Salsa al Parque 2025 se consolidó como un encuentro intergeneracional y diverso. Fue la muestra de que la salsa sigue siendo escuela, territorio y lenguaje compartido en Bogotá, una ciudad que la acoge como suya.
“Estamos muy felices y complacidos de lograr metas de nuestro Plan de desarrollo ‘Bogotá camina segura’, alrededor del tema del bienestar de la ciudad, de reunirnos, personas de todas las generaciones, de todas las estéticas y de todos los gustos alrededor de la salsa, en un espacio público y gratuito”, afirmó María Claudia Parias, directora general del Instituto Distrital de las Artes -Idartes.
La jornada inaugural abrió con el ímpetu joven de Bellacoson, una orquesta bogotana que no teme experimentar con la tradición. Su presentación fue un estallido de energía, con un repertorio que unió los clásicos de la Fania con giros modernos y arreglos frescos que conectaron con públicos de todas las edades. La tarde avanzó con la fuerza callejera de Luna Llena Salsa Band, quienes convirtieron el escenario en un manifiesto sonoro que habló de barrio, ciudad y resistencia.
Desde Armenia llegó Sonido 70, trayendo en su equipaje la esencia de los años dorados de la salsa. Con trombones encendidos y letras de profundo sabor, hicieron un viaje nostálgico por el son montuno y el guaguancó, demostrando que la vieja guardia tiene aún mucho que enseñar. La tradición también se impuso con La Suprema Corte, orquesta fundada por Andrés Viáfara, quien alguna vez hizo parte del Grupo Niche. Sus éxitos de los años noventa fueron coreados por un público que agradeció ese reencuentro con la salsa pesada de antaño.
El turno estelar fue para Yuri Buenaventura, quien trajo consigo la historia de un colombiano que conquistó París con su voz. Sus canciones, cargadas de lirismo y resistencia, fueron un punto de encuentro para miles de asistentes que lo ovacionaron como uno de los grandes embajadores de la salsa en el mundo. La jornada siguió con el regreso triunfal de El Pantera, Gustavo García, un maestro de la trombón que repasó su trayectoria junto a la nueva generación de músicos que lo acompañan. Su show fue una clase magistral de historia y presente.
La noche se iluminó con la timba explosiva de Manolito Simonet y su Trabuco, directamente desde Cuba, quienes desplegaron un sonido demoledor que puso a bailar a todo el Simón Bolívar. Luego, el sonero boricua Frankie Vázquez, con su inconfundible sabor de barrio, convirtió el festival en una descarga de son montuno y soneo magistral. Para cerrar, la fiesta alcanzó su clímax con Porfi Baloa y sus Adolescentes, quienes hicieron cantar a todo pulmón himnos como “Anhelo” y “Persona ideal”, un broche perfecto para un primer día cargado de memoria y juventud.
El segundo día arrancó con el sabor fresco de la Orquesta Candombé, una propuesta bogotana que apuesta por el romanticismo y la innovación. Sus temas más recientes encontraron eco en un público que los recibió como herederos de la nueva ola salsera de la ciudad. Desde Cali, Marea Brava irrumpió con un sonido vibrante, ganador de campeonatos mundiales de salsa, que fusionó lo clásico con lo moderno y conquistó con letras cotidianas y humor ácido.
La tarde se tornó íntima con Alejandro Rincón y La Saloma, quienes llevaron al festival una salsa honesta y sentida, entre boleros y timba contemporánea. El viaje continuó con la voz inconfundible del venezolano Luis Felipe González, quien con clásicos como “Payaso” y “La Saporrita” transportó a la multitud a la Cali de los setenta.
El espíritu de Cuba se hizo presente con las Estrellas de Buena Vista, una agrupación que, con músicos originales del legendario proyecto, demostró que el Buena Vista Social Club sigue vivo en cada acorde. Luego fue el turno de un pionero: el maestro Edy Martínez con Privilegio Latino, quien revivió la historia del jazz latino y la salsa hecha en Colombia, en una presentación que fue homenaje y memoria.
La salsa romántica llegó con Mickey Taveras, quien conquistó con baladas que se hicieron himnos en los noventa. La euforia subió con el Grupo Galé, que hizo del Simón Bolívar un solo coro al ritmo de “Mi vecina” y “Beso a beso”. Y el cierre, como un acto histórico, corrió por cuenta de la Sonora Ponceña, institución salsera de Puerto Rico que celebró 70 años de trayectoria con un show que quedará en la memoria del público capitalino: tradición, virtuosismo y pura cadencia boricua para despedir un fin de semana inolvidable.
En paralelo a los conciertos, el festival se vistió de movimiento con la participación de 12 parejas de baile que acompañaron las orquestas en ambos días. Su despliegue técnico y artístico fue un espectáculo dentro del espectáculo: giros, acrobacias, pasos caleños y cadencia caribeña. Además, seis compañías realizaron activaciones con el público, llevando la pista de baile hasta las calles del parque, invitando a todos, desde expertos hasta quienes daban sus primeros pasos en la salsa, a unirse a la fiesta.
Zona de experiencias: la otra fiesta del festival
Más allá de los escenarios principales, la zona de experiencias fue un punto de encuentro para melómanos y coleccionistas, mujeres selectoras que encendieron la fiesta con vinilos y sets poderosos, y bares icónicos de Bogotá que trasladaron sus atmósferas al parque. Allí se cruzaban generaciones enteras: jóvenes descubriendo rarezas en discos de acetato, veteranos compartiendo anécdotas de clubes legendarios, y emprendedores que mostraban cómo la salsa también vive en la moda, la gastronomía y el arte gráfico.
Ahora, si algo definió a Salsa al Parque 2025 fue el público. Parejas, grupos de amigos y melómanos solitarios convivieron en un ambiente festivo y pacífico. Hubo espacio para el romance, para el recuerdo y para la celebración colectiva. Nadie se quedó quieto; cada canción fue un motivo para cantar, levantar banderas, improvisar pasos y sentirse parte de una comunidad que se reconoce en la salsa como lenguaje de identidad.
Un legado vivo
Con esta edición, Salsa al Parque volvió a confirmar su lugar como uno de los festivales gratuitos más importantes de América Latina. Es un legado que trasciende la música: es la posibilidad de vivir la ciudad desde la diversidad, de encontrarse en la diferencia y de construir memoria colectiva alrededor de un género que es historia y presente. Para los artistas, el festival es una plataforma única que los conecta con públicos masivos, abre puertas a nuevas audiencias y les permite proyectarse más allá de las fronteras.
Para la ciudadanía, Salsa al Parque representa el derecho de vivir la cultura en toda su magnitud, de bailar en comunidad, de encontrarse con vecinos y desconocidos en un mismo pulso rítmico. Es la prueba de que Bogotá es, también, una capital salsera, y que cada edición del festival fortalece ese lazo. En cada coro, en cada descarga y en cada abrazo compartido en el parque, quedó demostrado que la salsa no es solo música: es herencia, es identidad y es futuro.